miércoles, 2 de mayo de 2012

placer divino


Que aquella pena que me aqueja
hace a mi, mi única dicha,
el ver brotar sangres de mi vena
Y ser yo mismo causa de ese dilema.

Que muerte sea calma
y que calma sea pasajera
porque no merezco tal destino
mas que el presente, este mismo
que me apena y me despecha
que de amores me aleja.
Y disfraza de risas y alegría
con calma y sutileza
con mil ruidos y sin la belleza
del silencio que, solo a veces, nos rodea.

Porque tal es mi temor
a desaparecer, que solo el desvanecerme
calmaría este ardor
solo el mismísimo dolor
de ver cumplido mi miedo y perdición
dejaría vana la tortura del tiempo,
me llevaría a un nuevo milenio
donde viejas penas fueran recuerdos
recuerdos vagos y perdidos
tan olvidados como yo lo fuera
tras ya haber vivido.